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Semillas de esperanza, para la cosecha de felicidad.



“Mis letras son semillas en esta tierra tan fértil que algún día crecerá y dará fruto, por ahora ya echaron raíces.”
Rubí Tsanda Huerta


Al comenzar a escribir en este blogg tenía una idea difusa de lo que buscaba transmitir, la cual se fue concretando cada semana mediante la redacción de columnas buenas, deficientes, regulares y otras apasionantes. Elegí el tema general de Humanidad y naturaleza porque quería argumentar a favor de habitar en el campo como el mejor estilo de vida para el ser humano, comparado con la vida en la ciudad. Una visión que se fue modificando cuando decidí dar a conocer la influencia psicológica y creativa  que tuvo la residencia  en el campo para escritores-naturalistas que leí hace poco y admiro demasiado, como H.D. Thoreau, Beatrix Potter, Rachel Carson, Natalio Hernández y Netzahualcóyotl. Más adelante, expuse el  motivo de mi interés hacia el ámbito naturalista de la literatura clásica: la Poesía Bucólica. Para continuar con mi admiración hacia la música de géneros diversos que coincidieron en un mismo lugar al encontrar su inspiración: la madre tierra. Después me apasioné con la narración de un par de historias, por un lado una película que marcó mi infancia y gran parte de lo que planeo para mi futuro: El jardín secreto; y por el otro, la historia de un familiar cuya forma de vida admiro muchísimo. Para finalizar con una breve muestra  de la pintura de paisaje, un tema del que sé muy poco, pero que no deja de fascinarme mientras más lo conozco.


¿Pero qué tienen en común todos estos temas? Según mi percepción: el reconocimiento hacia la grandeza de la naturaleza y cómo influye en las vidas de las personas que son consciente de ello. Pero, ¿en qué momento me interesó este asunto?  Creo que no fue un momento en particular, fueron un conjunto de experiencias que me trajeron a este sitio. Diría que en primer lugar el amor que siempre he sentido hacia los animales, especialmente por mis mascotas, mi acercamiento a las ciencias naturales durante mi adolescencia, mi posterior naufragio espiritual y emocional por los difíciles senderos de la vida laboral, el reencuentro conmigo misma al instaurar mi huerta de azotea hace 3 años y recientemente el descubrimiento de escritores bucólicos, indígenas y naturalistas que ayudaron a definir esa pieza pérdida de mi identidad, esa que busqué por tanto tiempo y no hallaba en ningún lugar.  Todos ellos me dieron las respuestas que buscaba, calmaron la ansiedad y la incertidumbre de mi futuro, me dieron un sentido, e intervinieron en el plan de vida que ahora tengo; sí, ese plan que no lograba determinar porque no sabía quién era ni qué quería. Después de tanta oscuridad,  intentos y errores cometidos, por fin llegaron las respuestas.

Descubrí que la huerta tiene un poder y enseñanza mística muy importante; recurrí a ella como una forma de ocupar mi tiempo libre y aprender algo nuevo, pero nunca imaginé que ver una semilla germinar me devolvería la capacidad de asombro; observarla  engrosar su tallo me haría creer en la fortaleza de mi espíritu; verla florecer me provocaría un gran entusiasmo en espera de su fruto; ver su fruto crecer y pintarse de color poco a poco, recompensaría mi larga espera; y finalmente verla morir, me recordaría que la muerte es parte de la vida, la cual está llena de contrastes, que no se puede ser feliz sin haber padecido y que por ello la felicidad no puede ser eterna.
                      
Jamás esperé que sembrar una semilla, verla crecer, regarla, cuidarla, podarla, olerla y alimentarme de sus frutos me devolvería la esperanza y la paz espiritual que necesitaba; labor que fue completada por los escritores naturalistas que he descubierto hasta ahora, a quienes respeto, admiro y me emociona tanto conocer de sus vidas tan auténticas porque me siento conectada con ellos y sus descubrimientos. Leer lo que sienten al ver, oler y escuchar la naturaleza me transporta a vivir sus experiencias, la magia que hacen con las palabras me conmueve profundamente.

No creí que naturaleza y literatura, una dupla tan aparentemente distante, me ayudarían a descubrir parte de mi identidad y felicidad, que me salvaría de la soledad que tanto me dolía y de la que ahora disfruto enormemente. No sabía que le darían un significado tan intenso a mi vida, ahora trazada con un plan que espera poder emular en unos cuantos años a la de mi escritor favorito H. D. Thoreau, y así poder decir lo mismo que él antes de morir: “Me Fui al bosque porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida... Para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido”.





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