“No vemos
nada hasta que no lo entendemos plenamente”
John Constable
Parque de Wivenhoe John Constable
La contemplación de espectáculos naturales como los rosáceos colores del
amanecer y el atardecer, el estrépito de la lluvia, la blancura de las nubes en
un cielo despejado, el cielo estrellado, el curso del río, la intensidad de la
tormenta, el primaveral colorido de las flores, el misterio de un día nublado, los
tonos amarillos y naranjas del otoño, la sombra de los árboles delante de un
sol que se aleja o el reflejo de la luz en la quietud del agua; han fascinado profundamente
al ser humano, motivándolo a capturar con la mayor fidelidad posible esas
escenas en lienzos magistrales: La pintura de paisaje natural.
Se le llama pintura de paisaje natural al género pictórico que representa escenas de la naturaleza como
montañas, valles, árboles, ríos, bosques y condiciones atmosféricas, entre
otras. Por la manera en que está tratado el tema del paisaje, se distinguen
tres tipos:
1.
El paisaje «cósmico» o «sublime»: Muestra la
naturaleza salvaje y fenómenos atmosféricos, que pueden
ser o no reales, donde el hombre se siente perdido. Es propio de artistas alemanes
como Durero, Elsheimer o Friedrich.
2.
La naturaleza «dominada» por el hombre: Representa lugares precisos con la naturaleza
presentada de manera humilde. Dentro de esta línea están Patinir, Pieter Brueghel y los maestros
holandeses del siglo XVII.
3.
La naturaleza «colonizada» por el hombre: Dentro de este tipo está el «paisaje clásico» (naturaleza
y perfecta, con una historia oculta), combinado con elementos de arquitectura romana. Fue creación de Annibale
Carracci, al que siguieron Domenichino y
el francés Poussin.
A pesar de lo habitual que la pintura de paisaje nos
puede parecer actualmente, fue hasta el siglo XX que se estimó como la gran creación
artística, al considerarse por primera vez que la apreciación de la belleza
natural como parte imprescindible de la actividad espiritual humana. Después
durante la época romántica, el paisaje se convierte en productor
de emociones y experiencias subjetivas, lo cual abrió el camino al inglés John
Constable, que se dedicó a pintar los paisajes de la Inglaterra rural
con una técnica de descomposición del color en pequeños trazos que lo hizo
precursor del impresionismo; una corriente surgida en torno a
1860 en la que los artistas glorificaban la naturaleza intacta y la vida sencilla,
por lo que pintaban elementos como el campo, la ciudad, el mar o los ríos.
Los impresionistas trabajaron con manchas de color,
grandes pinceladas, sin el acabado pulido de una pintura de paisajes
tradicional, sino reflejando más bien la impresión del paisaje. La obra
emblemática de este movimiento, de la que obtuvo su nombre, es: Impresión, sol naciente (1874),
de Claude Monet, cuyos principales seguidores
fueron Camille Pissarro y Alfred Sisley.
Mientras que en Norteamérica Frederick Edwin Church y los pintores de
la escuela del río Hudson (fundada por Thomas Cole),
hicieron amplias composiciones que simbolizan la grandeza e inmensidad del
continente americano, como Las cataratas
del Niágara (1857). Por otro lado, los exploradores, naturalistas,
marineros y comerciantes que colonizaron las costas del Canadá atlántico dejaron
sus observaciones científicas y fantásticas en sus mapas y pinturas, cuyos ejemplos
más originales llegaron en 1920, con los pintores del Grupo de los siete.
Sin embargo, es lamentable que en la jerarquía de los géneros, el paisaje siempre ha ocupado un lugar muy bajo, sólo
superior al bodegón (naturaleza
muerta); ya que personalmente, siento gran admiración por este tipo de pintura por
la ambición que considero debe representar para el artista atreverse a emular la
perfección e imperfección de la naturaleza, capturar en pinceladas un instante que jamás
volverá a repetirse, con significados o historias ocultas y con la capacidad de
suscitar una ilimitada variedad de emociones en el observador.
Autumn in Gold Erin Hanson (Grupo de los Siete)
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