Ser la loca de los chinos es difícil, créanme. Si comparo mi vida actual con las preferencias que tenía hace unos años, e incluso un año atrás, es sorprendente la cantidad de modificaciones en mi estilo. Estos cambios los he adoptado en un tiempo reducido, porque después de todo, un año suele perecer poca cosa. Además he desechado características que ya no se sienten como yo, esa afirmación podría sonar un tanto cómico, ¿no? “ya no se sienten como yo”. Sin embargo, es verdad, por más absurdo que parezca, la posibilidad de desarmar y juntar nuevas piezas es fundamental en la existencia de cada ser humano.
La música coreana llegó a mover mi vida a pesar del gran esfuerzo que realicé por evitar entrar a su mundo. Hoy ya no siento miedo o vergüenza de aceptar mi amor por este estilo, ya que el tiempo sólo ha reforzado la vibra tan bonita y preciosa que siento cuando bailo, veo o escucho kpop. Esta característica particular que forma parte de mí no significa que es la única manera de definirme, no obstante, hoy más que nunca me acompaña muy de cerca. Como lo dije al principio, ser la loca de los chinos no es una tarea sin complicaciones, hay habilidades que se desarrollan, por ejemplo: reconocer a cada miembro.
Mi primer rechazo hacia el kpop surgió al ver a un grupo con más de 5 integrantes y aunque no quiera decirlo por temor a parecer racista, la verdad es que me abrumó descubrir que tendría que distinguir quien es quien y cuál es su nombre. Después, el segundo rechazo, “¿qué dicen? ¿Cómo voy a cantar eso?", amigos míos les diré una cosilla, todo es posible cuando las ganas son más grandes que la barrera del idioma. El internet es el padrino del kpop, sin él sería casi imposible acceder a su contenido. Y así, en cada ocasión que se presentó un obstáculo tuve la certeza de que ya no me detendría.
Y tal como lo planearon, lo hicieron. El dominio de mi vida está en manos de Corea del Sur. Abrirse a cualquier tipo de conocimiento está constantemente lleno de dificultades, como las ideas pre-concebidas del entorno en que el individuo se desenvuelve. Por más que las personas vean al kpop como una máquina de dinero, yo decidí no detenerme en esa concepción, porque en la música coreana es mucho más que una industria, en ella encontré un lugar especial, un refugio del caos, y sigo aprendiendo de los idols coreanos, la dedicación en su trabajo es un elemento que me llena de admiración.
No sé qué será de mí en un año o en cinco años, ni siquiera sé qué será de mí mañana, pero hoy me gusta ser la loca de los chinos. Encuentro placer en aprender coreografías e intentar cantar las canciones en un idioma que no es el mío. Este es un viaje de aceptación y compromiso, es un entorno nuevo donde me permito conocer nuevas facetas en mis gustos. La satisfacción de adquirir nuevos súper poderes como reconocer a diferentes asiáticos o reconocer frases en entrevistas me motiva a no dejar de caminar en este camino. Y como dice mi poderosísimo Mark Lee: THAT’S A LONG ASS RIDE.
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