Templo Mayor el Tzompantli |
Los antiguos pueblos indígenas tenían la
tradición de elaborar cráneos de arcilla y madera o tallados en piedra, aunque también
los hacían de amaranto y miel de maguey. Con la llegada de los españoles y con
ellos de los maestros azucareros la práctica de hacerlos con azúcar (así como a
las charamuscas) se implementó. El método que utilizaban (y que siguen
utilizando en la actualidad) es el mismo que el del alfeñique. Aunque en la antigüedad el procedimiento era mucho más
elaborado ahora es fácil para los artesanos que moldean las calaveritas con sus
propias manos.
Antes de la llegada de los españoles,
estas figuras talladas o reales eran una ofrenda al Dios del Inframundo, Mictlantecuhtli.
Algunos de estos cráneos eran “clavados” con su piel y cabellos. El arribo de
los colonizadores marcó el fin de estos rituales, pero inicio el más dulce de
ellos. Con el paso del tiempo las culturas se unieron y los indígenas integraron
los “postres” españoles, así como los españoles aceptaron elementos indígenas y
uno de ellos fue este pequeño ritual para honrar a los muertos. Las monjas en
los conventos comenzaron a utilizar la técnica del alfeñique.
Las calaveritas de azúcar se utilizan
como uno de los medios para que los espíritus de nuestros parientes difuntos
regresen el día 2 de noviembre, por ello se le coloca un papelito con su nombre
en la “frente” de la calaverita, que también funge como una más de las decoraciones
de estos dulces. Las calaveritas son decoradas con claras de huevo y colorantes
(que es la manera tradicional), con el paso de los años se le han agregado más
elementos a la decoración, estos incluyen lentejuelas, semillas y papelitos de
colores.


Ahora con la diversidad que se ha
implementado a su elaboración es posible encontrarlas también de chocolate y así
como en sus inicios de amaranto con miel. Esta tradición nos ha de representar
como mexicanos por muchos años más. A los extranjeros siempre les maravilla
encontrarse con el colorido de las figuritas y nuestro “amor” hacia la muerte. Tanto
a ellos como a nosotros nos fascina y emociona cuando las vemos por las calles.
Liesel
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