Los poemas de Sylvia Plath parecieron ser premoniciones que
casi nadie supo interpretar a tiempo, sin embargo, llamarlas de esta forma es insultar
la capacidad que tenía la autora para plasmar sus emociones a través de las
palabras. Sylvia Plath, quien desde niña sufrió de problemas de depresión,
encontraba en la literatura una forma de externar lo que sentía. Si bien la
escritura era una actividad que realizaba con frecuencia, y hasta cierto punto se
pude decir que representaba su más grande pasión, nunca pudo rescatarla de la
prisión mental en la que sus pensamientos la hundían.
Desde una tierna edad, Sylvia acogió el papel de una buena
estudiante, solía destacar como la mejor de sus clases y en cada tarea que
tenía se esforzaba lo posible. No es de extrañar que con tan solo ocho años de
edad publicara su primer poema. Su vida parecía ir sin complicaciones, era hija
de dos profesores de ascendencia alemana que mantenían una economía estable. Sin
embargo, a pesar de ser una hija y estudiante modelo, Plath padecía de timidez
e inseguridades que no hicieron más que acrecentar con el nacimiento de su hermano
menor con el que sintió la necesidad de competir por la atención y cariño de
sus padres.
La vida de Sylvia daría un giro inesperado cuando su
padre, que ya padecía diabetes, muriera dejándola a ella, a su hermano y su
madre solos. Con la nueva dificultad económica que estaban atravesando, la
familia se vio en la necesidad de mudarse de casa. Asimismo, a causa del intento
de su progenitora por intentar brindarles una buena calidad de vida, hizo que los
dos hermanos apenas convivieran con ella. A partir de este momento la salud
mental de la escritora se ve afectada de una manera en la que nunca pudo ser
revertida. Si bien siguió con sus estudios, justo cuando cursaba la universidad,
intentó suicidarse con somníferos.
Después de su fallido intento por quitarse la vida, y de
un tratamiento con electrochoques, Sylvia continuo con sus estudios, incluso
logró obtener una beca para estudiar en Cambridge. Ahí mismo conoció al que se
convertiría en su futuro esposo, y en el padre de sus hijos. Sin embargo, si
bien se sentía enamorada, persistía en su mente la negativa al matrimonio que
la misma Plath condenó en numerosas ocasiones mientras aún era joven. A pesar
de ello, pudo dejar su miedo de lado y formó una familia. Con los años la misma
comenzó a deteriorarse con los problemas económicos y una vida condenada a la
monotonía en la que la que cargaba con todo el peso de mantener el hogar era la
misma poeta.
El matrimonio de Sylvia acabó en una infidelidad por
parte de su esposo con la que inevitablemente siguió el proceso de divorcio. La
escritora no pudo tolerar la situación en la que se repetía su historia de una
familia destruida. Fue al amanecer de un día de 1963 cuando todos los pensamientos
problemáticos de Plath culminaron en una decisión de la que no retrocedió ni
sintió la más mínima necesidad de replantearse. Antes de llevar a cabo su plan,
se aseguró de que sus hijos durmieran bien, les preparó el desayuno y se los
subió a sus habitaciones, posteriormente, bajó de nuevo a la cocina y metió la
cabeza en el horno donde murió por intoxicación con monóxido de carbono. La
escritora, en su única novela publicada, La campana de cristal, narra de
manera casi autobiográfica su vida.
-Melissa Fuentes
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