En una reunión familiar, mi prima, que quiere quedar bien, dice que no entiende el “chiste” que mi tío acaba de contar, mientras voltea a verme esperando a que le diga tampoco entendí. A lo que respondo: no llevo 20 años de mi vida bajo una piedra, y me rio del supuesto chiste. Mi padre voltea a verme sorprendido, pero sin poder decirme nada, porque sabe que he crecido toda mi vida escuchando ese tipo de “chistes” si es que se les puede llamar así. Porque el arte del doble sentido no es un chiste que se cuenta como tal, es un juego de interpretación de palabras, acompañado de una mente “cochambrosa”.
Otra de las muchas cosas en que los mexicanos resaltan es en el sentido del humor, desde chistes, hechar “carrilla” o alburear a alguien. Este recurso, puede decirse que se usa par romper una barrera en una relación incomoda, una vez haciendo un chiste se rompe esa tensión haciendo sentir a la persona más en confianza. Es como hablar en código con una persona, la mayoría de las veces haciendo alusión a algo sexual, sin la necesidad de usar malas palabras o groserías. Cuando te alburean pueden parecer palabras sin sentido, sin embargo, aquí es donde el límite es la imaginación, y claro que tengas suficiente “barrio” para entenderlo.
Hay de chistes a albures, como hay chistes que sólo dan risa por su connotación en doble sentido, que hasta un niño podría entender, hasta una verdadera guerra de albures. Como ya dije lo único que detiene esta guerra es tu imaginación y el ingenio con el que utilices en el lenguaje. Es común tanto que alguien llegue deliberadamente a alburearte, como que tú digas las palabras incorrectas que se presten a un doble sentido, es entonces que la batalla comienza. Al final gana el que mejor se haya podido defender de la manera más original y sin quedarse callado.
Se cree que el origen del albur viene desde un intento de los mexicas por hacer burlas de manera erótica a los españoles. La tradición continúo en los barrios y tiempo después algunos famosos cómicos como Cantiflas o Tin Tan los popularizaron, llevándolos a más contextos y no sólo de barrio. En algún momento se dijo que este código era sólo para hombres, pero la reina del albur Lourdes Ruíz nos demostró lo contrario, ella decía que no era necesario ser hombre, se necesitaba más el ingenio. Este título lo ganó en un concurso en el que salió invicta, incluso impartía un diplomado de albures, y publicó su libro “Cada vez que te veo, palpito” popularizando aún más la cultura del albur.
Como decía Lourdes Ruíz, “hay tres reglas: no hay señas obscenas, no hay malas palabras y no se queda uno callado, es para divertirse y no para agredir”. Una vez que se tiene esto en cuenta, se sabe que es por un uso cultural y no para caer en vulgaridades o agresiones. También no es sólo decir adjetivos que simulen los aparatos reproductores, es formar oraciones que formen un sentido. Es una completa apropiación y juego del lenguaje para dar a entender un mensaje más allá de lo común y lograr hacer reír a unas cuantas personas, porque el albur es para eso, para divertirse.
Otra de las muchas cosas en que los mexicanos resaltan es en el sentido del humor, desde chistes, hechar “carrilla” o alburear a alguien. Este recurso, puede decirse que se usa par romper una barrera en una relación incomoda, una vez haciendo un chiste se rompe esa tensión haciendo sentir a la persona más en confianza. Es como hablar en código con una persona, la mayoría de las veces haciendo alusión a algo sexual, sin la necesidad de usar malas palabras o groserías. Cuando te alburean pueden parecer palabras sin sentido, sin embargo, aquí es donde el límite es la imaginación, y claro que tengas suficiente “barrio” para entenderlo.
Hay de chistes a albures, como hay chistes que sólo dan risa por su connotación en doble sentido, que hasta un niño podría entender, hasta una verdadera guerra de albures. Como ya dije lo único que detiene esta guerra es tu imaginación y el ingenio con el que utilices en el lenguaje. Es común tanto que alguien llegue deliberadamente a alburearte, como que tú digas las palabras incorrectas que se presten a un doble sentido, es entonces que la batalla comienza. Al final gana el que mejor se haya podido defender de la manera más original y sin quedarse callado.
Se cree que el origen del albur viene desde un intento de los mexicas por hacer burlas de manera erótica a los españoles. La tradición continúo en los barrios y tiempo después algunos famosos cómicos como Cantiflas o Tin Tan los popularizaron, llevándolos a más contextos y no sólo de barrio. En algún momento se dijo que este código era sólo para hombres, pero la reina del albur Lourdes Ruíz nos demostró lo contrario, ella decía que no era necesario ser hombre, se necesitaba más el ingenio. Este título lo ganó en un concurso en el que salió invicta, incluso impartía un diplomado de albures, y publicó su libro “Cada vez que te veo, palpito” popularizando aún más la cultura del albur.
Como decía Lourdes Ruíz, “hay tres reglas: no hay señas obscenas, no hay malas palabras y no se queda uno callado, es para divertirse y no para agredir”. Una vez que se tiene esto en cuenta, se sabe que es por un uso cultural y no para caer en vulgaridades o agresiones. También no es sólo decir adjetivos que simulen los aparatos reproductores, es formar oraciones que formen un sentido. Es una completa apropiación y juego del lenguaje para dar a entender un mensaje más allá de lo común y lograr hacer reír a unas cuantas personas, porque el albur es para eso, para divertirse.
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