“Lo puedes probar tú primero y decirme si pica o no” esta frase se ha convertido casi en el mantra de mi vida a la hora de comer. Porque vivir en México y que no te guste el chile es una forma peligrosa de vivir, ya que es bien sabido que los mexicanos a todo le ponen chile, no perdonan nada. Que, aunque me digan “tranquila, no pica” sigo corriendo el riesgo de que a mí particularmente sí me pique. Toda mi vida han sido enchiladas constantes, acompañado de burlas y bromas donde he sido obligada a comer algo picante, además por sobre todas las cosas, la pregunta constante de ¿por qué no comes chile?
El cuestionamiento del porqué no como chile me lo han hecho igual o más veces de las que me han preguntado “¿cuántos años tienes?” y al igual que esta pregunta mis respuestas van cambiando, no año con año, pero sí dependiendo en cómo y quién pregunta o cual es el estado de ánimo que tengo cuando me cuestionan. A decir verdad, hasta el señor de los tacos me ha cuestionado y no me voy a poner a contarle toda la historia de mi vida al señor para que sepa el porqué no me gusta el picante. Aunque la mayoría de las veces la respuesta más simple es “nada más no gusta” algunas personas sí lo aceptan, pero a otras esa respuesta sólo las lleva a cuestionarme aún más.
Las personas que ya me conocen saben sobre mí poca tolerancia hacía lo picoso, pero eso no quiere decir que los cuestionamientos terminen. Mis tías, por ejemplo, cada que me ven me dicen que sí ya aprendí a comer cosas picantes, como si se tratara de una habilidad o un súper poder que nunca me enseñaron a desarrollar.
A veces creo que sí lo es, porque en las reuniones hacen la comida, con chile y muchas veces hacen otra cosa especial para los niños, sin chile. Lo sé porque llevo la pequeña parte de mi vida según adulta, comiendo lo que les hacen a mis sobrinos. Uno de mis cuestionamientos ahora en mi vida es en qué momento se les enseña a estos niños a comer, hasta el punto de acostumbrar a enchilarse por placer.
La respuesta larga a esta incansable pregunta, es que a mi mamá tampoco le gusta el chile. Pero a diferencia mía, ella si tiene el súper poder de comerlo, pero a ella simplemente no le agrada la sensación o el sabor. Por lo tanto, nunca compartió su gran habilidad conmigo de aprender a comer con chile. Si no fuera poco, tengo un estomago sensible, que también por cuestiones medicas me prohibían comer cosas con picante, lo cual no me costaba trabajo. Hoy bien podría intentar “aprender” a comer con picante, pero al igual que mi madre no disfruto en lo absoluto el ardor en la lengua cuando algo pica mucho.
A pesar de las burlas y bromas que he pasado toda mi vida, por la falta de gusto al picante. Y de las veces que he tenido que dejar de comer una botana en una reunión porque la llenan de salsa. Sí puedo decir que considero que es una gran habilidad poder comer cosas picantes y más aún un arte, saber que tipo de salsa va con cada platillo. Pero una ventaja que siempre le he visto es que no voy a tener que preocuparme por cargar mi botella de salsa si algún día salgo de México. Casi como si fuera una alergia ya es parte de mi vida el prevenirme al comer cosas fuera de casa, sin embargo, a pesar de todo eso puedo afirmar que no me siento menos mexicana por no saber comer de esa forma.
-Ronnie
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