Es 2020, y seguimos sin poder controlar nuestros pensamientos en la vida real, menos mal que existe la virtual. McLuhan fue demasiado ingenuo cuando dijo que los sistemas digitales se convertirían en una extension de nosotros mismos, si podemos controlarlos ¿por qué no ser uno uno en Instagram y otro en Facebook? Saltar de una identidad a otra se convirtió rutina, y esta bien. Siempre y cuando seamos nosotros mismos quien lo decida. Pero cuando no... podríamos estar dentro de una animación de Satoshi Kon, con una identidad perdida entre la realidad, y la ficción.
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Poster de Perfect Blue (1997) |
Perfect Blue (1997) es una animación japonesa de thriller psicológico, dirigida por Satoshi Kon. La película sigue a Mima, una ex-idol que al iniciar su carrera como actriz, pierde el control de sí misma. A medida que se convierte en víctima de acoso por un admirador, una serie de asesinatos comienzan a ocurrir a su alrededor. La identidad de Mima se desintegra cuando su espacio privado se hace público, ni ella misma distingue lo que es real y lo que no.
Satoshi Kon y el guionista Murai Sadayuki presentan una multiplicidad de planos narrativos en un juego de espacio-tiempo, perdiendo al espectador tanto como a la protagonista en su psicosis. Entre símbolos manipulados como espejos, Kon regresa a la animación su potencial como vehículo para la experimentación visual.
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"Habitaciones de Mima" según su acosador. Perfect Blue (1997) |
El melancólico cuadro de Perfect Blue lidia con la incapacidad de posicionarse a favor de los anhelos personales, propiciando la aparición de un ser desconocido entre lo que otros creen de uno mismo. El acosador de Mima descompone su personalidad en habitaciones a las que ella no recuerda haber entrado. Pero su imagen en otros ojos le hace preguntarse hasta que punto ha sido parte de su propio espectáculo.
A pesar de estrenarse hace más de 20 años, esta animación de Satoshi Kon se ha convertido en una de las propuestas anime de culto más importantes en los últimos años. Dentro de su manipulación narrativa, Kon explora la pérdida de la identidad a través de una diversidad de encuadres que invaden el espacio privado, donde el espectador, como los otros personajes, se convierte en voyeur contemplativo de la vida que se le escapa a Mima en el intento por encontrarse a sí misma.
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