Si de pronto un genio te ofreciera saber el día exacto en que morirás ¿aceptarías? Aunque resulta un cuestionamiento con una respuesta bastante predecible, seguro es que cierto porcentaje de individuos querrían saberlo. Y es justamente esta distancia que postra ambas opciones contrarias y sus propios fundamentos lo que lo vuelve tan atrayente. Aún cuando es
una suposición fantasiosa en demasía, emerge en nuestras cabezas y nos empapa
de la duda; saber o no saber. ¿Cómo
cimentar la opción que elegiríamos? Puesto que no será información que pasará
desapercibida, ya que ésta provocará un cambio psicológico y cotidiano, habría
que fundamentar a nosotros mismos por qué y para qué querríamos saberlo, o
no.
¿Para
qué? Resulta una pregunta conveniente para ambas posturas, es decir, alguien
que decidiera no saber, se respaldaría pensando en que saberlo o no, no
cambiaría su futuro o alteraría su presente, por ello, podría parecer información
carente o sin fuerza. Por otro lado, alguien que decidiera sí saber, pensaría
que justamente al conocer cuan aproximada está su muerte, podría reflexionar
sobre su presente, lo que está y lo que no está haciendo con su vida, si la
lleva de la forma correcta o que siempre soñó, inclusive, de ser cercana dicha
fecha aventurarse y adelantarse a lo que pospuso o deseaba posponer.
Es entonces, una decisión que por un lado propiciaría un cambio y por otro ninguno en absoluto; ¿podría ser uno de ellos más positivo que el otro?. Si nos basamos estrictamente en el cambio que podría generar en la persona, pensaríamos que sí, que decidir saber, generaría un cambio positivo para con el individuo, por lo ya antes mencionado, no forzosamente precipitándose a vivir su vida; sino en un punto de disfrute y tranquilidad. Sumándole a ello, el cambio psicológico, en un sentido de apreciar y valorar lo que su presente le brinda, hecho que aislamos de nuestro pensar, por que precisamente no vemos la fecha de caducidad de nuestra vida, sentimos tener todo el tiempo del mundo y que el fin puede estar muy alejado.
Por otro lado, no habría que clasificar al individuo que opta no saber, que prefiere no mover nada de su presente como alguien conformista. Pensando en éste último como algo bueno también, pues aunque no es un común que todo ser ande por la vida satisfecho y feliz, puede ser cierto y válido. Por ello, podríamos sustentar que el individuo mismo reflexione si el saber beneficiaría para si o para su futuro, y si no es así, no tendría que representarse como algo negativo.
No obstante, existiría un tercer fundamento, si bien apegado al que no desearía saber, por que de ser así podría esto generar cambios en verdad negativos para su persona y su vida entera. Pensemos en éste tercer escenario, en el que el individuo, ya sea por curiosidad o por un flaqueo decide saber, con pocos días podría no haber ningún cambio, quizá asombro y una ligereza de miedo, pero al pasar, las semanas o meses, comenzará con estrés, cuestionamientos y remordimiento. El miedo crecerá, de estar cercana la fecha, y entonces un punto de quiebre, quizá de no estar listo, de temer morir, de insatisfacción con lo que hizo y no hizo con su vida, subsistiendo entonces con una carga negativa y triste.
Entonces, ¿tú a qué grupo pertenecerías? a aquél que puede o no ser un conformista con su vida o que está tranquilo con ésta, al que no teme enmendar su errada forma de vida, o quizá a aquél que se sugestionaría tanto con dicha información que sería preferible que viva su presente tal cual. Aunque ningún genio vendrá y nos dará tal posibilidad de elegir, es interesante pensar, que tenemos un enorme ahora para reflexionar en ello, y vivir nuestro presente de una manera conveniente e idónea.
Comentarios
Publicar un comentario