“…Vamos hacia los árboles; la noche
nos será blanda, la tristeza leve.”
nos será blanda, la tristeza leve.”
Alfonsina Storni
Desde hace cientos de años, la sociedad
capitalista en la que vivimos, ha tenido la creencia de que el arte es sólo un
entretenimiento para gente desocupada y sin ningún beneficio personal,
económico o social; por motivos que generalmente pueden ser: “no salva una
vida, no cura una enfermedad, no genera dinero, no se puede ingerir o usar para
vestir, no transporta físicamente a nadie de un lugar a otro, no cierra una
herida, no resuelve un problema financiero o fiscal”, así como el famoso:
“conduce a la pobreza.”
No obstante, si las afirmaciones
anteriores se reflexionan detenidamente, se observará que son falsas; pues el
arte, en cualquiera de sus manifestaciones, puede cumplir, dentro del
plano espiritual y psicológico del ser humano con las funciones que
supuestamente no tiene. Asimismo, el arte puede hacer algo que no es
capaz de realizar un prodigioso producto o servicio “tangible”, digno del
actual mercado global; y eso es que sirve para expresar, criticar y proponer
soluciones a las injusticias sociales, económicas y ecológicas de la
actualidad. Lo cual es sostenido por el poeta venezolano Santiago Acosta,
ganador del Tercer Premio de Literatura Ciudad y Naturaleza José Emilio
Pacheco, enfocado en obras literarias que tocan temas ecológicos y ambientales,
por su libro El próximo desierto, en referencia al cual
menciona: “La literatura es una herramienta para acercar a la gente los grandes
problemas medioambientales que vive la humanidad… puede tomar esos problemas de
gran escala, y hacerlos comprensibles a dar puntos de apoyo emocionales, y no
solamente estéticos, sino que intenten despertar una conciencia acerca de las
razones culturales e históricas de estos fenómenos”.
Pero, por otro lado, existen sectores
políticos, económicos e incluso científicos, que rechazan rotundamente la
funcionalidad del arte, la realidad el cambio climático, así como el posible
apoyo que el primero pude detonar en el segundo. Ejemplo de ello se presenta en
Donald Trum y Jair Bolsonaro, los actuales presidentes de Estados Unidos y
Brasil, respectivamente; quienes se han rehusado a aceptar y combatir el cambio
climático desde el comienzo de sus mandatos, que además han sido apoyados por
los empresarios más ricos y algunos científicos, como el negacionista Richard
Muller, quien atribuye el origen del calentamiento terrestre únicamente a la
influencia de los rayos cósmicos del sol sobre nuestro planeta.
Es así como, a pesar del desdén que la
sociedad proyecta hacia el arte como medio de difusión de ideas o funcionalidad
tangible para sus actividades diarias, actualmente se pueden encontrar diversos
proyectos que contradicen ese menosprecio, un ejemplo de ello es la apertura en
Querétaro del museo Bajo Tierra, un proyecto interdisciplinario que
emplea el conocimiento científico y sociocultural, así como el arte visual y
literario para valorar las formas de vida y culturas originarias del estado,
así como criticar al actual modelo de vida falaz que impera en el mundo, pero
principalmente en nuestra región.
Con esto se demuestra que es un error
concebir el arte sólo como un hobby improductivo, sino que se debe percibir
como un medio de expresión y una poderosa herramienta disponible a la sociedad,
para que ésta tome consciencia y acción de la penosa realidad que le aqueja
ante el deterioro del medio ambiente, pues el arte sensibiliza, sensibilizar es
humanizar y humanizar es construir de manera responsable la vida, en un planeta
que se debe amar y proteger.
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